La respuesta es clara, tener el control sobre las cosas, situaciones, o persona nos aporta seguridad y confianza.
Nos gusta hacer las cosas, iniciar relaciones, tomar decisiones, hacer actividades, etc, teniendo la seguridad de que el resultado será óptimo, de que todo va a ir bien, que no nos vamos a equivocar, porque la duda a que salga mal, o el miedo a equivocarnos nos genera una gran inseguridad y mucho malestar. Pero esta búsqueda constante de seguridad y control no siempre es adaptativa. Una vez que empezamos a sentir ansiedad e inseguridad ante este tipo de situaciones, empezamos a querer controlarlo todo y hacemos mil y una conductas para que eso ocurra. Cuando lo hacemos, nos sentimos mucho mejor y nuestra ansiedad se reduce a corto plazo. Esta consecuencia, finalmente, lejos de ayudarnos, hace que, a medio y largo plazo, la ansiedad aparezca de nuevo cada vez que nos enfrentamos a este tipo de situaciones, y de esta forma se active el círculo vicioso y se acabe convirtiendo en el pez que se muerde la cola.
En el día a día, cuando gestionamos o nos enfrentamos aquellas cosas que creemos que el resultado depende de nosotros, desarrollamos estrategias o mecanismos de defensa para tratar de controlar el entorno y manejar los problemas que aparecen. ¿y cómo lo hacemos?, generalmente a través de conductas obsesivas, autoexigente o de reaseguración, exigirnos más de lo que podemos abarcar, ser perfeccionistas, hacer las cosas varias veces, repasar una y otra vez la tarea ya realizada o hacer las conductas de una forma exagerada, o compulsiva. Finalmente, a través de esas conductas, la persona genera así, la ilusión o la percepción subjetiva de control a corto plazo, eliminando además la ansiedad o el malestar que le generan.
Pero, ¿qué ocurre si aquello que quiero controlar no depende de mí?, bien porque esté relacionado con otra persona, mi jefe, mi pareja, una amiga, o si por el contrario eso que me preocupa todavía no ha sucedido. ¿Qué hacemos en ese momento?, anticipar cognitivamente, rumiar, darle mil vueltas a la cabeza sobre los posibles resultados o cosas que podemos hacer para controlarlo, como diría una buena amiga, usamos nuestro pensamiento mágico. Además, este problema se puede incrementar cuando nuestras anticipaciones se convierten en negativas o extremistas, como, por ejemplo, seguro que voy a suspender, no he hecho bien el informe y me van a despedir… ese es el momento en el que nuestra ansiedad se incrementa, convirtiéndose en patológica si esta se vuelve muy intensa, frecuente o duradera, ya que nos puede empezar a generar una gran interferencia en diferentes ámbitos de nuestra vida.
Vivimos en una sociedad en la que nos han enseñado y educado en lo importante y necesario que es tener la seguridad, el control, en la que valoramos el "saber", "conocer" y "entender el porqué de las cosas". Mandamos un WhatsApp y podemos tener la seguridad si lo han leído o no, podemos conocer si hay un atasco o no en la carretera porque hay carteles que nos informan, o sé el tiempo que el metro tarda en llegar porque tengo diferentes letreros que nos informan del tiempo de llegada del siguiente tren. En resumen, nos educan para tener garantías de que todo es controlable, seguro y estable. Pero no nos han enseñado o preparado para los cambios, para que las cosas no sean como uno se las espera, para que una pareja nos rechace, nos despidan de un trabajo cuando tengo una buena formación, o una persona cercana y joven padezca una enfermedad.
A pesar de todo lo comentado, ser planificado, precavido, perfeccionista, no son siempre cualidades negativas. En la mayoría de los casos son cualidades y acciones positivas que en muchas ocasiones nos ayudan en nuestro día a día. Pero cuando esto lo llevamos al extremo, tendemos a ser intolerantes, obsesivos, hostiles, ansiosos y nos genera una alta interferencia en el día a día.
Ser capaz de aceptar conductual y cognitivamente las situaciones que se nos escapan a nuestro control, manejar nuestros pensamientos anticipatorios negativos, ser conscientes de que tenemos un tiempo y unas energías limitadas, centrarnos más en el presente y en aquellas cosas que podemos hacer, aprender y saber decir no a demandas que no podemos o no queremos hacer, ser consciente de la función que cumple nuestra conducta, y ser capaz de manejarla, nos ayudará a gestionar mejor todas aquellas situaciones que se escapen a nuestro control, aceptar nuestras limitaciones, a no sentirnos tan desbordados, tan culpables, tan ansiosos o tan tristes, en resumen a no pensar tanto y a vivir más y mejor.
Autora: Dra. Natalia Moreno
Coordinadora y Responsable
Unidad Atención Psicológica Personalizada
HM Hospitales
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