El punto está en que, es tan contundente el peso de nuestros pensamientos que modula directamente nuestra manera de sentir, actuar y percibir el entorno que nos rodea. Es ahí donde entran en juego las distorsiones cognitivas, que se definen como pensamientos que modifican, generalmente en negativo, nuestra forma de interpretar la realidad (Gutiérrez, 2021), jugando estos un papel fundamental en el trastorno de ansiedad generalizada (entre otros trastornos), ya que provocan malestar emocional, y respuestas conductuales y fisiológicas desadaptativas. Localizar este tipo de pensamiento es complicado porque son rápidos, automáticos y aprendidos. Responden a creencias firmemente arraigadas, y por lo tanto difíciles de cambiar.
En base a lo comentado en el párrafo anterior, en el año 2005 se realizó un estudio (Londoño et al, 2005) con el objetivo de localizar aquellas distorsiones del pensamiento más comunes y frecuentes en personas con TAG. El resultado obtenido fue una lista conformada por las más frecuentes, pero no hay que olvidar que existen otro tipo de cogniciones negativas que también son usuales como la interpretación negativa del pensamiento de los demás o la culpabilidad, entre otras. En el estudio mencionado, se hallaron principalmente las siguientes distorsiones cognitivas, de mayor a menor aparición:
1.“Deberías”: Tener unas rígidas normas mentales sobre cómo deben de ser las cosas, las personas o uno mismo. La ruptura de los “deberías” provoca un intenso malestar. Por ello, son frecuentes pensamientos como “esto no debería estar pasando”, “Yo debería haber hecho…”, etc.
2.Falacia de justicia y creencia de tener razón: pensar que lo que uno cree o defiende siempre es lo correcto, y valorar que lo que no concuerda con lo que queremos o necesitamos es injusto. Por ejemplo: “Me da igual lo que digas, yo necesito usar el ordenador más que tú, y no está bien que me lo quieras quitar”.
3.Visión catastrófica: Anticipar el futuro de manera dramática y pesimista en cuanto a los propios intereses personales. Se da por ejemplo, cuando una madre piensa “no quiero que mi hijo coja el coche porque temo que tenga un accidente de tráfico”.
4.Falacia de control y de cambio: la primera hace referencia al pensamiento de que todo lo que ocurre es responsabilidad de uno mismo, o al contrario, de que no se tiene control sobre ninguna circunstancia (“Falleció porque no le llevé al médico a tiempo”, “Nada de lo que haga puede mejorar las cosas”). Por otro lado, la falacia de cambio se da en personas que tienden a considerar que siempre son los demás quienes tienen que modificar su conducta, ya que de esta depende su bienestar. Es frecuente en relaciones de pareja, cuando se piensa “Si mi marido/mujer cambiara este aspecto, la relación sería mucho mejor”.
5.Abstracción selectiva: interpretar una situación teniendo en cuenta un aspecto negativo específico de la misma, y no su globalidad. Por ejemplo, “Mi presentación es un fiasco, me han corregido una de las diapositivas”.
6.Sobregeneralización: Como bien dice su nombre, se da cuando generalizamos un hecho específico y anticipamos que seguirá ocurriendo de manera habitual. “La última vez que busqué trabajo me eliminaron del proceso, ahora cada vez que busque empleo pasará lo mismo”.
¿Y qué podemos hacer para eliminar o mejorar estas distorsiones? En la actualidad, existen efectivas técnicas en psicología focalizadas específicamente en la modificación de las distorsiones cognitivas Entre ellas, la reestructuración cognitiva, que ha demostrado científicamente ser útil y eficaz en el tratamiento de diversas psicopatologías (Butler et al., 2006). Dicha herramienta, nos puede ayudar a identificar la cognición negativa y a reemplazarla por pensamientos más ajustados a la realidad.
Para terminar, es importante saber que este tipo de sesgo del pensamiento no es exclusivo del TAG, ya que también está presente en otro tipo de trastorno y todos somos vulnerables a ellos en mayor o menor grado. Por ello, si estos pensamientos o sesgos cognitivos se producen con una gran frecuencia, duración o intensidad, o si se percibe que están generando una interferencia en nuestro día a día, es recomendable solicitar ayuda profesional para que nos dé herramientas para modificarlos y restructurarlos.
Autora: Elena Inchausti Moya
Psicóloga en Prácticas
Unidad de Atención Psicológica Especializada
HM Hospitales
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