Centrándonos en la culpa, ¿qué es?
La culpa es una emoción secundaria que presentamos los seres humanos y que aparece en nuestras vidas, siempre acompañada del sentimiento de culpabilidad.
En muchas ocasiones, somos nosotros mismos quienes decidimos si un comportamiento está bien o mal, o si merecemos o no un castigo por él. Este juicio puede basarse en el pasado, el presente o el futuro, marcado por algo que hicimos (o no hicimos), algo que estamos haciendo (o no), o algo que vamos (o no) a hacer.
Cuando decidimos que nuestras acciones está mal, optamos por “pagarlo” con emociones displacenteras que nos hacen sentir mal.
Podríamos decir que cada uno de nosotros somos nuestros propios jueces y decidimos en base a nuestro propio juicio.
¿En qué se basa ese juicio?
Este juicio moral se funda en un repertorio de normas o significados tanto sociales, personales, religiosas, sexuales, etc., que cada uno de nosotros posee. Por lo tanto, está determinado en gran parte por nuestro entorno, educación y experiencias.
¿Cómo actúa la culpa?
En primer lugar, aparece nuestra conducta (algo que hacemos o dejamos de hacer), que es el inicio de este proceso. Luego, surge nuestra autoevaluación negativa de ese acto, basada en la valoración de haber violado alguna de esas normas o significados presentes en nuestro repertorio ético y moral.
Esto da lugar a una oleada de sentimientos, pensamientos y sensaciones desagradables que nos llevan a emociones como la tristeza, la vergüenza o los remordimientos.
¿Entonces, la culpa es beneficiosa o es perjudicial?
Lo que está claro, es que la función principal que cumple la culpa, es un proceso de aprendizaje. Y gracias a este aprendizaje, podremos evitar volver a repetir esa situación o ese comportamiento que nos genera la emoción negativa.
La culpa, como el resto de nuestras emociones, nos envía señales para adaptar nuestro comportamiento, independientemente de si el sentimiento que las acompaña- en este caso la culpabilidad- nos hace sentir bien o mal.
Esto resalta una característica positiva e importante de las emociones: su capacidad para ayudarnos a adaptarnos a nuestro entorno, acompañada de un carácter social.
A veces nos juzgamos de manera no objetiva, ya que ese repertorio ético y moral que construimos a lo largo de nuestra vida, marcado por la sociedad, la cultura y el entorno en el que nos encontramos, a veces incluye normas y significados que, naturalmente, no son negativos. Por lo tanto, creer que hemos violado esos sistemas de creencias puede llevarnos a experimentar culpabilidad de manera no objetiva, e incluso a cronificar la culpa en nuestras vidas.
En conclusión, es fundamental llevar a cabo un proceso de reflexión cuando esta emoción se active, para aprender de ella y mejorar nuestro comportamiento y adaptación como individuos sociales. También es importante identificar si ese malestar corresponde de manera objetiva con el acto causal, o está más provocada por una interpretación o juicio que nosotros hacemos, muchas veces no del todo objetivo.
Autor: Clara Valle y Natalia Moreno
Psicóloga del Máster General Sanitario de Psicología de la UCJC y Coordinadora Responsable de la Unidad de Atención Psicológica de HM Hospitales
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